Especialmente llamativa esta novela, no solo por su autor, cuya narrativa, en ocasiones laberíntica, subyuga, sino por la confesión que Paul Auster hace a través de ella, y es esa maldita y extraña relación que siempre ha mantenido con el dinero.
“Creía en mis capacidades, y sin embargo no tenía confianza en mi mismo.
Mi vida acababa de empezar y ya me movía en dos direcciones a la vez”, confiesa el autor algo que se le reveló ya de muy joven, junto a su atracción hacia la vieja Europa, donde dirige sus pasos como precoz viajero.
Doc fue todo un personaje de su época universitaria, alias del legendario y olvidado novelista H.L.Humes que por una serie de reveses y desgracias se había convertido en un vagabundo un tanto chiflado que propinaba grandes maratones verbales a sus oyentes.
O su paso por el viejo petrolero Esso Florence donde pasó unos meses de trabajo duro, turnando la limpieza y la cocina, y donde el ambiente de racismo que se respiraba le mantenía en un mutismo relativo, que como confiesa: "como judío neoyorquino provisto de un título universitario, en aquel barco yo era un bicho raro, un marciano".