Representó uno de los más polémicos incidentes en que se vio envuelta la Armada Argentina en el siglo XIX.
Las condiciones climáticas en el Río de la Plata habían sido en extremo severas desde el inicio del invierno y se habían producido ya varios naufragios por lo que cabía esperar mal tiempo en la salida de la división naval.
Tras un rápido alistamiento y una revista encabezada por el presidente Carlos Pellegrini, en la mañana del 7 de julio partió la división con cielo despejado aunque fuertes vientos.
Al intentar dejar el estuario la división debió enfrentar un fuerte viento de proa y la Rosales comenzó a retrasarse visiblemente.
A las 6 de la mañana el Almirante Brown perdió contacto con la Rosales: De Solier supuso que Funes con su pequeño buque se habría puesto a cubierto del temporal y enfilado hacia la costa, por lo que optó por continuar su marcha.
Los restantes oficiales eran a su juicio demasiado jóvenes e inexpertos para comandar a los náufragos en esa situación, por lo que lo más prudente era entonces confiar el mando al contramaestre, los condestables y los oficiales de mar (suboficiales).
Eduardo Jones, director de Correos y Telégrafos del Uruguay, comunicó pocas horas después la noticia a su colega argentino Carlos Carlés, quien le dio traslado al Ministro de Relaciones Exteriores Estanislao Zeballos y este al presidente Pellegrini, quien se preparaba a asistir a una función del teatro Ópera.
El guingue del capitán ha tardado tres días en llegar a la costa oriental de Castillos".
Según La Prensa, "El coronel Cabassa abrazó con cariño a Funes y ambos sintieron humedecerse sus ojos.
– Lo sé -repuso Cabassa-, los conozco y cuando conocí la noticia de la desgracia: los muchachos han perdido bien el barco".
Las olas eran como inmensas montañas y la fuerza del huracán era tal que nos derribaba sobre cubierta.
¿Cómo echar los botes al agua en medio de aquella deshecha y furiosa tempestad?
Todos, sin excepción, estamos interesados patrióticamente en que el proceso se forme en regla y que la luz plena surja en todo su esplendor, sea iluminando inocentes, como lo deseamos y debemos esperarlo, sea señalando culpas u omisiones, si hubieran sido cometidas".
Una vez embarcados los oficiales y los escasos tripulantes elegidos para su lancha, se negaron a permitir abordar al contramaestre, quien insistió en ir en la misma lancha alegando el estado de enfermedad en que se encontraba hasta que fue muerto de un balazo por otro oficial.
Afirmaba también que había llegado a ver como la otra lancha se desprendía del buque antes de hundirse.
Battaglia, quien se hallaba efectivamente preso acusado de desertor tras ser encontrado en una cervecería donde trabajaba como cocinero, fue entrevistado por la prensa y tras justificar su deserción "para no morirme de hambre porque en la marina no me pagan el sueldo" se negó a ratificar las acusaciones publicadas en La Nación aunque cuando se le preguntó si había visto construir la balsa contestó "yo no la vi porque estaba abajo con las bombas" y confirmaba que se había salvado "arrojándome al mar y prendiéndome de un borde del bote".
El 11 de diciembre Funes presentó una recusación contra Lowry por "la enemistad que V. S. me ha manifestado, como podré probarlo" y por "no tomarme declaraciones e incomunicar a los testigos".
Es mi convicción que la torpedera continúo a flote después de su abandono y llevada a la ronza por las corrientes del río de la Plata hacia el Este, mar afuera, fue alcanzada y envuelta por el segundo ciclón del 13 de julio que la encontró un mero casco boyante, pues no tenía personal que la gobernara no quizá medio hacerlo, y que siendo presa fácil de ella completó su pérdida llenando sus demás compartimientos aún estancos y echándola a pique".
También estaba comprobado "que durante el temporal se les suministró bebida con frecuencia y cuyas porciones fueron creciendo hasta llegar a raciones extraordinarias repetidas en los momentos de producirse el abandono de la torpedera".
Algunos marineros sobrevivientes volvieron al buque y trataron de asaltar la lancha de los oficiales encabezados por el foguista Pascual Bataglia quien se arrojó sobre la lancha en momentos en que era descendida y por intervención del comisario Solernó conservado a bordo.
Basándose fundamentalmente en la palabra del jefe de máquinas Picasso y en contradicciones respecto del número de los tripulantes embarcados, Lowry afirmaba que entre 15 y 20 marineros habían permanecido bajo cubierta ajenos a los sucesos, mareados y probablemente ebrios, en su mayoría reclutas cordobeses sin experiencia marinera que hacían su primer viaje en el Rosales.
¡Cuántos hermosos buques, más grandes y más fuertes que la Rosales han salido a la mar para no volver jamás, desapareciendo para siempre y con la agravante circunstancial de no volver ninguno de sus tripulantes!
[7] Respecto de las dudas planteadas acerca de la muerte del alférez Giralt, García Mansilla se niega indignado a considerarla siquiera:"semejante acusación es totalmente inmotivada y nada hay en el proceso no digo que la justifique sino que le sirva de pretexto (...) El consejo resolverá, yo como defensor rechazo con indignación, sin discutirla, acusación tan absurda".
Finalmente, García Mansilla descalifica a Lowry para juzgar el comportamiento del comandante de la Rosales en esas circunstancias afirmando que "lo quisiera ver al señor fiscal Lowry en una situación parecida como le tocó al comandante Funes" y cierra su alegato indicando que "cuando no hay plena prueba, corresponde absolución".
También atacó personalmente al fiscal Lowry hasta el punto que finalizado el juicio Beascochea sería condenado a tres meses de arresto en un pontón militar por lo que se calificó de "irrespetuosa vehemencia en la defensa".
La suerte de los oficiales sobrevivientes fue dispar, pero casi sin excepción ninguno destacó en la fuerza.
Pedro Mohorade pidió la baja inmediatamente finalizado el juicio y se dedicó a la abogacía.
La excepción sería Julián Irizar, quien tuvo una brillante carrera y pasaría a la historia por el rescate de la expedición Nordenskjöld en la Antártida en 1903.
Los fondos reunidos por el público contribuyeron más tarde a la adquisición del crucero liviano Patria.
En 1984 se filmó La Rosales, ópera prima de David Lipszyc protagonizada por Héctor Alterio, Ricardo Darín, Oscar Martínez, Ulises Dumont, Alicia Bruzzo y Soledad Silveyra.