El rey Leónidas I lo asesina pero no logra la aprobación de los éforos, las corrompidas autoridades religiosas para ir a la guerra.
Ante ellos se presenta Efialtes; guerrero deforme salvado por sus padres del asesinato, a quien Leónidas rechaza como espartano argumentando su incapacidad para elevar el escudo tal y como necesita el sistema de defensa.
Una vez situados en el paso de las Termópilas, establecen una recia defensa rechazando todas las fuerzas que envían gracias al estrecho espacio del mismo que no permitía a los persas aprovechar su superioridad numérica; Tras las incesantes acometidas, Efialtes le revela a Jerjes la presencia de un paso oculto mediante el cual los persas logran rodear a los Espartanos.
Además ha sido criticada por su cuestionable rigor histórico, incluso por otro de los grandes genios del medio, Alan Moore.
Esparta no era una polis tradicional, y algunos historiadores ni siquiera la consideran como tal; no tenía un verdadero centro urbano, consistiendo en 5 aldeas que poseían un territorio bastante superior en extensión y calidad al de los demás Estados griegos, lo que a su vez le permitía sostener su ideal de autarquía y aislarse del exterior, excepto en caso de guerra.
Los ilotas eran ocupantes "indígenas" de las tierras sometidos por los espartanos; no eran esclavos ni eran tratados como mercancía, y tampoco se los separaban a sus familias, pero sí estaban obligados desde su nacimiento a cultivar y a hacer todas las tareas más "mundanas" de sus señores guerreros, quienes gracias a esto podían presumir (tal y como lo hacen en el cómic) que "su único trabajo" era la guerra, y de allí su reconocida excelencia en esa faceta.
Sin embargo, también debían cuidarse constantemente de sus siervos, quienes los superaban ampliamente en número; por eso vivían permanentemente armados y prohibían a los ilotas el contacto con las armas.
Fallar en la batalla, o tener miedo en ella los rebajaba a la clase «tresantes» ("los que habían temblado") y los condenaba al ostracismo social.