Creó un sistema de impuestos, un cuerpo policial, introdujo la electricidad, el teléfono y el primer automóvil en el Tíbet y vaticinaba al final de sus días una etapa de oscurantismo para su país, y que su reencarnación valdría para enfrentar a los chinos a un joven y fuerte dalái lama.
En cuanto a sus logros espirituales, destacó desde joven.
Decidió debatir en los tres grandes monasterios de Lhasa –Ganden, Drepung y Sera– ante todos los monjes y sobresalió fácilmente.
Como otros dalái lamas del pasado, combinó sus estudios de la tradición Guelupa, con los de la tradición Nyingma.
Asimismo fue un reconocido meditador que realizó retiros cortos y largos, además de mantener una práctica diaria durante toda su vida.