La obra la concluyó Bernini con 71 años siendo una de sus últimas esculturas.
Es recordada sobre todo por sus visiones místicas y con el paso de los años la iglesia de San Francesco se convirtió en lugar de culto a Ludovica siendo beatificada en 1671, año en el que la Familia Altieri decide construir una capilla dedicada a ella.
[2] El espacio de la capilla es muy reducido pero Bernini consigue crear un efecto escenográfico que ya había experimentado en la Capilla Cornaro con la obra Éxtasis de Santa Teresa, muy similar en tema y características.
La pared del fondo echada hacia atrás permite a Bernini esconder dos pequeñas ventanas verticales que dan al exterior proporcionando una iluminación radiante que realza la blancura de la estatua la cual destaca brillante y luminosa en la penumbra de la capilla.
[2] La figura se asienta sobre unas telas profundamente arrugadas y bajo estas un sarcófago en mármol rojo donde Ludovica está enterrada.