José Betancort Cabrera

En sus primeros años como publicista firmó muchas de sus colaboraciones como Juan Petate, Matías y Tarsis.Creció en una humilde familia de Lanzarote que, además, se sintió perjudicada por la emigración a Uruguay del padre, quien se estableció en la república americana y abandonó a su familia en Canarias.Ese mismo año, y establecido en Lanzarote, trabaja como maestro en la Escuela de Arrecife y da a conocer sus primeras creaciones literarias: Las fuentes del ideal (un breve romance publicado en El Ateneo Canario) y Una hoja de mi álbum (unas quintillas divulgadas como hoja volandera en Teguise).El jefe no aparecía y el jefe era indispensable para alentar a la gente bisoña, marchando a la cabeza de los revolucionarios.Fogoso, incansable, resuelto, Ángel Guerra ha conseguido entusiasmar a la gente nueva, despertar con el ruido que meten sus producciones hermosas a la juventud canaria[2]​.Deseoso de encontrar nuevas opciones como escritor, en 1900 se marcha a Madrid, donde encuentra el apoyo de Benito Pérez Galdós para abrirse un hueco en las cabeceras peninsulares.Más tarde, durante el Gobierno de Dámaso Berenguer, entre 1930 y 1931 ejerció como director general de Prisiones, responsabilidad en la que cesó tras la llegada la Segunda República Española.Una vez acabada la guerra civil española, Betancort volvió a la capital de España pero abandonó completamente su labor como periodista y escritor.Durante su estancia en París como corresponsal de prensa, traba amistad con otro insigne político canario, Fernando León y Castillo, que era embajador de España en la capital francesa, con quien comparte ideología liberal y posiciones próximas a la monarquía parlamentaria.Con respecto a las islas Canarias, además de sus labores como diputado por Lanzarote, realiza importantes gestiones.Su figura alcanzó con el tiempo más notoriedad como narrador que como político.
Al „Jallo“ , nº 32 de El Cuento Semanal (1907). Portada de Tovar .