Al comprobar que un telescopio debía ser, además de ópticamente bueno, plenamente funcional, decidió instalar su espejo sobre una montura ecuatorial del tipo «alemán», tal como había hecho Fraunhofer en el telescopio del observatorio de Dorpat.
El telescopio era fácilmente orientable en cualquier dirección, lo que aumentaba sus posibilidades (el instrumento de Lord Rosse estaba instalado rígidamente entre dos muros de mampostería; solo podía seguir un astro durante una hora como máximo, teniendo que esperar 24 horas para volver a estudiarlo).
Durante casi dos años trabajó con el nuevo telescopio, pero pronto comprobó que necesitaba una abertura mayor para conseguir mayor poder de penetración (capacidad para divisar estrellas muy débiles); inició y concluyó con éxito un nuevo espejo metálico de 61 cm que instaló, como el anterior, sobre una práctica montura ecuatorial.
Malta resultó ser un lugar excelente para observar: cielos puros durante el día y la noche, atmósfera tranquila, cielos transparentes y buenas condiciones astronómicas al estar lejos de cualquier núcleo urbano; sin embargo, pese a su insistencia observacional no pudo localizar nuevos satélites.
En 1861, después del largo viaje hasta la isla, la delicada instalación, acoplamiento de las distintas partes y pulido final pudo instalarlo sobre una montura ecuatorial alemana mejorada, capaz de ser movida fácilmente por una única persona; con ella realizó abundantes observaciones detalladas del planeta Marte, Saturno, Urano y Neptuno así como los satélites planetarios; también estudió varios cometas y el tránsito del planeta Mercurio sobre el disco solar (noviembre de 1868).