Poderes del horror: ensayo sobre la abyección ( en francés : Pouvoirs de l'horreur. Essai sur l'abjection ) es un libro de 1980 de Julia Kristeva . La obra es un extenso tratado sobre el tema de la abyección , [1] en el que Kristeva se basa en las teorías de Sigmund Freud y Jacques Lacan para examinar el horror , la marginalización , la castración , el significante fálico , la dicotomía "yo/no yo", el complejo de Edipo , el exilio y otros conceptos apropiados para la crítica feminista y la teoría queer .
Según Kristeva, lo abyecto marca un "orden primordial" que escapa a la significación en el orden simbólico ; el término se utiliza para referirse a la reacción humana ( horror , vómito ) ante una amenaza de ruptura del significado causada por la pérdida de la distinción entre sujeto y objeto, o entre el yo y el otro .
La concepción que Kristeva tiene de lo “abyecto” proporciona un término útil para contrastar con el objet petit a de Lacan (o el “objeto-causa del deseo”). Mientras que el objet petit a permite al sujeto coordinar sus deseos, permitiendo así que persista el orden simbólico del significado y la comunidad intersubjetiva, lo abyecto “está radicalmente excluido y”, como explica Kristeva, “me lleva hacia el lugar donde el significado se derrumba”. [2] No es objeto ni sujeto; lo abyecto está situado, más bien, en un lugar anterior a que entráramos en el orden simbólico. (Sobre el orden simbólico, véase, en particular, el módulo de Lacan sobre el desarrollo psicosexual.) Como dice Kristeva, “la abyección preserva lo que existía en el arcaísmo de la relación pre-objetual, en la violencia inmemorial con la que un cuerpo se separa de otro cuerpo para ser”. [3] Lo abyecto marca lo que Kristeva llama una "represión primordial", que precede al establecimiento de la relación del sujeto con sus objetos de deseo y de representación, antes incluso del establecimiento de la oposición entre la conciencia y el inconsciente .
Kristeva se refiere, en cambio, al momento de nuestro desarrollo psicosexual en el que establecimos una frontera o separación entre lo humano y lo animal, entre la cultura y lo que la precedió. En el nivel de la memoria arcaica, Kristeva se refiere al esfuerzo primitivo por separarnos del animal: “por vía de la abyección, las sociedades primitivas han marcado un área precisa de su cultura para apartarla del mundo amenazador de los animales o del animalismo, que se imaginaban como representantes del sexo y del asesinato”. [4] En el nivel de nuestro desarrollo psicosexual individual, lo abyecto marca el momento en el que nos separamos de la madre, cuando empezamos a reconocer un límite entre “yo” y el otro, entre “yo” y “(m)a”. (Véase el Módulo de Kristeva sobre el Desarrollo Psicosexual.) Lo abyecto es “una precondición del narcisismo” [5] , es decir, una precondición para el narcisismo del estadio del espejo, que se produce después de que establecemos estas distinciones primarias. Lo abyecto representa, pues, a la vez la amenaza de que se desmorone el sentido y constituye nuestra reacción a ese desmoronamiento: un restablecimiento de nuestra “represión primigenia”. Lo abyecto tiene que ver con “lo que perturba la identidad, el sistema, el orden. Lo que no respeta fronteras, posiciones, reglas” [6] y, por lo tanto, también puede incluir crímenes como Auschwitz. Estos crímenes son abyectos precisamente porque llaman la atención sobre la “fragilidad de la ley” [6] .
Más concretamente, Kristeva asocia lo abyecto con la irrupción de lo Real en nuestras vidas. En particular, asocia esa respuesta con nuestro rechazo a la insistente materialidad de la muerte. Nuestra reacción a ese material abyecto recarga lo que es esencialmente una respuesta prelingüística. Kristeva, por tanto, es muy cuidadosa al diferenciar el conocimiento de la muerte o el significado de la muerte (ambos pueden existir dentro del orden simbólico) de la experiencia traumática de verse realmente confrontado con el tipo de materialidad que muestra traumáticamente la propia muerte:
"Una herida con sangre y pus, o el olor nauseabundo y acre del sudor, de la putrefacción, no significan la muerte. En presencia de una muerte significada —un encefalograma plano, por ejemplo— yo comprendería, reaccionaría o aceptaría. No, como en el teatro verdadero, sin maquillaje ni máscaras, los desechos y los cadáveres me muestran lo que dejo de lado permanentemente para vivir. Esos fluidos corporales, esa suciedad, esa mierda son lo que la vida soporta, a duras penas y con dificultad, por parte de la muerte. Ahí estoy, en el límite de mi condición de ser vivo." [7]
El cadáver ejemplifica especialmente el concepto de Kristeva, ya que literaliza la ruptura de la distinción entre sujeto y objeto, que es crucial para el establecimiento de la identidad y para nuestra entrada en el orden simbólico. A lo que nos enfrentamos cuando experimentamos el trauma de ver un cadáver humano (en particular el cadáver de un amigo o familiar) es a nuestra propia muerte eventual hecha palpable y real. Como dice Kristeva: "El cadáver, visto sin Dios y fuera de la ciencia, es la máxima abyección. Es la muerte que infecta la vida. Abyecto". [6]
Lo abyecto también debe distinguirse del deseo (que está ligado a las estructuras de significado del orden simbólico). Se asocia, más bien, tanto con el miedo como con el goce . En fobia , Kristeva lee la huella de una confrontación prelingüística con lo abyecto, un momento que precede al reconocimiento de cualquier objeto real de miedo: "El objeto fóbico aparece en el lugar de los estados no objetales de la pulsión y asume todos los contratiempos de la pulsión como deseos defraudados o como deseos desviados de sus objetos". [8] El objeto del miedo es, en otras palabras, una formación sustitutiva de la relación abyecta del sujeto con la pulsión. El miedo a las alturas, por ejemplo, en realidad ocupa el lugar de un miedo mucho más primario: el miedo causado por la ruptura de cualquier distinción entre sujeto y objeto, de cualquier distinción entre nosotros y el mundo de los objetos materiales muertos (página de referencia?).
Kristeva también asocia lo abyecto con el goce: “No lo conocemos, no lo deseamos, lo disfrutamos [on en jouit]. Violenta y dolorosamente. Una pasión”. [9] Esta afirmación parece paradójica, pero lo que Kristeva quiere decir con tales afirmaciones es que, a pesar de todo, nos sentimos continuamente y repetidamente atraídos hacia lo abyecto (de la misma manera que nos sentimos repetidamente atraídos hacia el trauma en la comprensión de Freud de la compulsión a la repetición). Experimentar lo abyecto en la literatura conlleva un cierto placer, pero que es bastante diferente de la dinámica del deseo. Kristeva asocia más bien esta experiencia estética de lo abyecto con la catarsis poética: “un proceso impuro que nos protege de lo abyecto sólo a fuerza de estar inmersos en él”. [10]
Lo abyecto para Kristeva está, por tanto, estrechamente ligado tanto a la religión como al arte, que ella ve como dos formas de purificar lo abyecto: "Los diversos medios de purificación de lo abyecto -las diversas catarsis- conforman la historia de las religiones, y terminan en esa catarsis por excelencia llamada arte, tanto en el lado lejano como en el cercano de la religión". [11] Según Kristeva, la mejor literatura moderna ( Fiódor Dostoyevsky , Marcel Proust , Jorge Luis Borges , Antonin Artaud , Louis-Ferdinand Céline , Franz Kafka , etc.) explora el lugar de lo abyecto, un lugar donde los límites comienzan a romperse, donde las personas se enfrentan a un espacio arcaico ante binarios lingüísticos como yo/otro o sujeto/objeto.
Para Kristeva, lo trascendente o sublime es en realidad nuestro esfuerzo por cubrir las rupturas (y la subsiguiente reafirmación de límites) asociadas con lo abyecto; y la literatura es el espacio privilegiado tanto para lo sublime como para lo abyecto: "En una inspección más cercana, toda literatura es probablemente una versión del apocalipsis que me parece arraigada, sin importar cuáles puedan ser sus condiciones sociohistóricas, en la frágil frontera (casos limítrofes) donde las identidades (sujeto/objeto, etc.) no existen o apenas existen: dobles, difusas, heterogéneas, animales, metamorfoseadas, alteradas, abyectas". [12] Según Kristeva, la literatura explora la forma en que el lenguaje se estructura sobre una falta, un deseo. Ella privilegia la poesía, en particular, debido a la voluntad de la poesía de jugar con la gramática, la metáfora y el significado, dejando así al descubierto el hecho de que el lenguaje es a la vez arbitrario y está marcado por el miedo abyecto a la pérdida: "No un lenguaje del intercambio deseante de mensajes u objetos que se transmiten en un contrato social de comunicación y deseo más allá del deseo, sino un lenguaje del deseo, del miedo que se acerca a él y corre a lo largo de sus bordes". [13] [14]