La oposición a su padre desempeñó un papel en este deseo de transgredir, pero también podría ser considerado como algo más que un simple aprendizaje.
Por último, también influyeron la moda y la influencia de la caricatura, muy popular en Inglaterra.
La llamada de la capital se hizo sentir: la partida contó con el apoyo del pintor miniaturista Léon Larue (1785-1834), conocido como Mansion, que detectó el talento de Grandville y le invitó a su taller parisino.
Su primer hijo, Ferdinand, nace en 1834, pero muere de meningitis a los cuatro años.
Durante sus embarazos anteriores, y también en esta ocasión, la salud de Henriette se deterioró aún más deteriorado y murió ese mismo mes de peritonitis.
En octubre de 1843, Grandville volvió a casarse con Catherine Marceline "Céline" Lhuillier (1819-1888).
Al igual que Henriette y Grandville, Céline era originaria de Nancy.
Armand, el único hijo de este segundo matrimonio, nace en 1845.
Él dio vida a todo y, después de Dios, hizo que todo viviera, hablara o caminara.
Según sus deseos, fue enterrado en Saint-Mandé -donde hoy una calle lleva su nombre- junto a su primera esposa y sus tres hijos.
Pertenece a una serie de trabajos que si bien titulada Otro mundo (Un Autre Monde), remite al espectador al suyo propio, o llámesele planeta tierra.
A través de esta imagen, Grandville da forma a su crítica a la codicia, dado que becerro de oro no representa ningún posible símbolo de una divinidad ética y celestial (o un equivalente a, por ejemplo, un ángel),[3] sino lisa y llanamente el material del que el ídolo en sí mismo está hecho y se vuelve entonces sinónimo de "dinero" o "riquezas".