Algunos de los clientes habituales del Central fueron, entre otros, Peter Altenberg, Egon Friedell, Hugo von Hofmannsthal, Anton Kuh, Alfred Adler, Sigmund Freud, Adolf Loos (quien diseñó el interior del Café Museum), Leo Perutz y Alfred Polgar.
Según una conocida anécdota, el político austriaco Heinrich Clam-Martinic, al ser preguntado por la posibilidad de que estallase la revolución en Rusia, afirmó: "¿Y quién se supone que va a hacer la revolución?
Clam-Martinic se refería a León Trotski, cuyo apellido real era Bronstein; Trotski vivió en Viena como emigrante desde octubre de 1907 hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial y era un asiduo del Central, donde solía jugar al ajedrez.
Los clientes del Central se aman y menosprecian mutuamente (...) A algunos autores les sucede que cuando están en el Central no se les ocurre nada.
En 1975, año europeo de protección del patrimonio artístico, se renovó el Palais Ferstel y el Central volvió a abrir, pero en otra parte del edificio.