Se realiza mediante el estudio y medición del geoide.
Ésta no es plana a causa de variaciones en el grosor y densidad de la corteza y manto superior, que causan perturbaciones en el campo gravitatorio que se manifiestan en elevaciones y depresiones del geoide.
La medida se lleva a cabo mediante satélites capaces de medir su altura sobre la superficie del mar, mediante la emisión de microondas que son devueltas con un incremento en la longitud de onda proporcional a la altura.
Los mapas obtenidos son entonces “filtrados” para suprimir anomalías asociadas a variaciones de densidad.
En este caso, las irregularidades del terreno se plasman en la superficie del agua gracias a las corrientes de marea.