Fue un suntuoso palacio en los siglos XVII y XVIII, la época que Suecia adquirió el papel de gran potencia europea.
La reina decidió rediseñar el palacio, encargándole la obra al arquitecto Nicodemus Tessin en 1670.
El príncipe falleció a la edad de un año, y Eduviges Leonor mantuvo la propiedad hasta su muerte en 1715.
Entonces el palacio pasó a ser propiedad de la corona por disposición del rey Federico I. Federico I reanudó las obras inconclusas de Nicodemus Tessin, pero esta vez el encargado fue el arquitecto Carl Hårleman.
A mitad del siglo XVIII el palacio fue ocupado por los reyes Adolfo Federico y Luisa Ulrica.
El príncipe Carlos (posteriormente Carlos XV) adquirió Ulriksdal en 1856, y comenzó la remodelación del mismo, que incluyó una decoración muy a su gusto con muebles y diversos objetos antiguos.
Afuera del palacio, en el parque, se encuentra la capilla diseñada en 1864 por Fredrik Wilhelm Scholander, que presenta un estilo renacentista holandés con ciertas influencias venecianas.