Se sitúa en una ladera sobre el barranco de San Blas, en pleno corazón del Camero Viejo.
Tiene varias casas restauradas que son habitadas en verano.
La localidad, como todo Cameros, se ha dedicado históricamente al pastoreo trashumante, tenían ovejas churras y merinas, y algunas vacas para la labranza.
Por la zona también se cazaban perdices y liebres, así como algo de caza mayor.
Esta pobre economía casi de subsistencia, unida a sus malas comunicaciones (hasta 1985 no se realizó la carretera actual de acceso, siendo su único acceso un sendero de herradura por la montaña desde Soto) fueron las razones principales por las que sus habitantes emigraron durante todo el siglo XIX y más masivamente durante las primeras décadas del siglo XX.