El tratado obligaba a ambas partes a respetar la soberanía y la independencia de los demás, mientras que en la práctica, permitía al gobierno soviético establecer bases militares en Letonia, lo que facilitó la invasión soviética de ese país en junio de 1940.
Fue firmado por el ministro letón de Asuntos Exteriores Vilhelms Munters y el Comisario soviético de Asuntos Exteriores Viacheslav Mólotov.
[2] Después de cuatro días de negociaciones, los estonios no tuvieron más remedio que aceptar bases navales, aéreas y militares.
Como resultado, pronto otros dos estados bálticos cedieron a la presión soviética.
Finlandia fue invitada a iniciar negociaciones similares el 5 de octubre pero, a diferencia de los países bálticos, las negociaciones finés-soviéticas duraron semanas sin resultado.