El tratado restauró en su mayor parte las relaciones entre los dos países al statu quo ante bellum.
La delegación británica estaba formada por los diplomáticos William Adams, James Lord Gambier y Henry Goulburn.
Las reuniones entre las partes fueron retrasadas una semana o más porque los diplomáticos británicos carecían del poder necesario para realizar negociaciones directas y tuvieron que esperar órdenes de Londres, mientras que la delegación estadounidense, compuesta por John Quincy Adams, James A. Bayard, Henry Clay, Albert Gallatin y el subalterno Jonathan Russell, tenían completa autoridad para negociar.
Los Estados Unidos no habían tenido éxito en sus invasiones del Bajo y Alto Canadá, mientras que el Reino Unido no había obtenido ninguna ganancia significativa, con excepción del incendio de Washington D. C., con sus incursiones en suelo estadounidense.
Las débiles garantías con respecto al tratamiento estadounidense de los indios en el artículo IX fueron ignoradas.