Esos torbellinos se hacen visibles sobre un suelo terroso, pues levantan polvo que revela el movimiento giratorio del aire y la existencia de una zona axial en la cual este no tiene fuerza suficiente para arrastrar las partículas sólidas.
En las trombas y tornados, el remolino mide unas decenas de metros de diámetro y la violenta ascendencia que los provoca les permite elevar a mucha altura una columna líquida.
El embudo se mueve sobre el suelo, empujado por los vientos que lo formaron inicialmente.
Los grandes torbellinos duran más porque se forman a partir de vientos muy potentes y es difícil, aunque no imposible, interrumpirlos.
Estas ráfagas de viento pueden comenzar a girar y formar pequeños torbellinos.