Su madre, comunista, ya no puede cuidar de ellos debido a los crecientes peligros del régimen nazi.
Al llegar a Molching, Liesel queda con sus nuevos padres adoptivos, Hans y Rosa Hubermann.
La historia da un giro dramático cuando los Hubermann deciden esconder en su sótano a un hombre judío llamado Max Vandenburg.
Después del bombardeo, Liesel es acogida por el alcalde y su esposa, donde comienza a reconstruir su vida.
La esposa del alcalde, Ilsa, reconoce el talento y la pasión de Liesel por contar historias.
Los capítulos finales muestran a Liesel como adulta, reflexionando sobre su vida y los recuerdos de aquellos que perdió durante la guerra.
Reflexiona sobre la naturaleza duradera de las conexiones humanas y las historias que dan forma a nuestras vidas.