Fue llevado por Prescott Lawrence a Estados Unidos en 1888 donde ganó mucha fama en muy poco tiempo.
La raza fue reconocida en 1886 por el Kennel Club inglés, pero todavía se la cruzó con el fox terrier de pelo duro para darle una apariencia más estilizada que la que tenía, llegando a obtenerse un perro parecido al Airedale terrier pero de talla pequeña.
El terrier galés no pelecha, por lo que conviene cepillarle el pelo a menudo.
También se le suele cortar el pelo, para darle la forma típica de la raza.
Aun así, sigue siendo un perro de caza con mucha energía y que desborda coraje.
Es importante socializar desde cachorro al terrier galés para que tenga una convivencia más fácil, tanto con personas como con perros y otros animales.
En caso contrario, los terrier galeses se aburren y buscan otras ocupaciones.
Entre los problemas comunes de comportamiento en esta raza se encuentran los ladridos excesivos y el cavar en el jardín.
Por su carácter amistoso para con los suyos y su divertida personalidad, el terrier galés puede ser una excelente mascota para personas que disfrutan actividades al aire libre y a quienes no les molestan los ladridos.