), un templo local, enfureció tanto a los habitantes de la zona que lo cogieron del templo y lo llevaron a Tōjinbō, de dónde fue lanzado al mar.
Este monje fue engañado por otro admirador de la princesa que le empujó desde estos acantilados.
La leyenda dice que el fantasma de Tōjinbō estaría en ese lugar, deseando vengarse todos los años ese mismo día y provocaría fuertes vientos y lluvias.
Las tormentas solo cesaron cuando un monje itinerante se apiadó de Tōjinbō y le rindió un homenaje.
Según las estadísticas, unas 25 personas (en principio hombres jóvenes sin trabajo), se suicidan saltando desde los acantilados cada año.