Sonata para violín n.º 1 (Schumann)

[1]​[3]​[4]​ No obstante, según los informes el compositor expresó su descontento con la obra: El año 1851 fue muy ajetreado para Schumann en el terreno profesional.

[5]​ Las dos sonatas para violín y piano de Schumann fueron creadas bastante más tarde que otras piezas camerísticas suyas que han alcanzado más renombre, tales como los Tres cuartetos de cuerda Op.

El primer movimiento lleva la indicación Mit leidenschaftlichem Ausdruck que quiere decir "Con expresión apasionada".

Los temas nuevos suelen basarse en algunos de los mismos ritmos que los anteriores y también se solapan con ellos.

Una es tranquila y sostenida sobre un pedal de las notas fa - mi con varias reiteraciones del tema principal, que va ganando intensidad.

[3]​ El segundo movimiento, Allegretto, está escrito en fa mayor y en compás de 2/4.

Se trata de un diálogo suave, en esencia desapasionado, entre ideas musicales opuestas: una se basa en un giro sincopado delicadamente descendente, la otra es más ágil, con texturas en spiccato y trinos, pero no más enérgica que su compañera.

Los frecuentes calderones no constituyen una mera separación de frases y secciones, sino que son esenciales para el carácter del movimiento.

Comienza con un tema similar al que abre el segundo trío para piano de Felix Mendelssohn.

La exposición está dominada por un movimiento de semicorcheas presente en casi todos los compases.

Sobre ello el violín toca la versión más larga del tema principal del primer movimiento, dos veces, y luego, crescendo, se une al frenesí de movimiento perpétuo del piano hasta que se alcanza un recuerdo del tema canónico que había abierto el desarrollo - ahora tocado sforzando (mit Violoncell, "con violonchelo", escribe incluso Schumann), abriendo la última etapa de la coda que puntúa la carrera hacia los acordes finales dieciséis compases más tarde.

Es difícil decir si este movimiento es de menor sustancia que sus compañeros, ya que, en manos de un dúo capaz, su movimiento perpétuo brilla hasta el crescendo final, tras el cual los tres robustos acordes parecen algo molestos y antinaturales.

Robert Schumann en 1850.