La autora, con gran destreza y poder descriptivo, sitúa el lector en un escenario inquietante, la montaña, que comparte el protagonismo con el personaje de Mila.
El conocimiento de su propia personalidad, que logrará al final de la novela, le supondrá asumir la propia soledad para poder iniciar otra vida o poderla cambiar profundamente.
El pastor es un creador, un personaje hecho a sí mismo, un artista, un guía nietzschiano.
Las conversaciones con el pastor la reconfortan y lo ayudan a no sentirse tan vacía ni sola.
El argumento comienza en medio nada, cuando la mujer y Matías, su reciente marido, inician el ascenso a la montaña donde harán de ermitaños.
Con la visión del paisaje, descrito como un cuadro decadentista, y su integración en el mismo espíritu, la protagonista, después de que ha sido víctima de acontecimientos trágicos, capta la realidad por vía intuitiva.