La mayoría de estos programas se incluyen sin el conocimiento del usuario, y no cuentan con instrucciones sobre cómo desactivarlos o eliminarlos.
[13] Un ejecutivo de Microsoft mencionó que en la empresa llamaban a estas aplicaciones craplets.[14][15].
En el Consumer Electronics Show de 2007, Dell defendió esta práctica, afirmando que ayuda a mantener los costes bajos y dando a entender que los sistemas podrían ser significativamente más caros para el usuario final si estos programas no estuvieran instalados de fábrica.
En 2008, Sony Corporation anunció un plan para cobrar a los usuarios 50 dólares estadounidenses por el servicio, aunque Sony decidió posteriormente dejar de cobrar por el servicio y ofrecerlo gratuitamente después de que muchos usuarios expresaran su indignación.
Esta práctica se extendió a los teléfonos inteligentes a través de Android, ya que los operadores suelen incluir en el dispositivo aplicaciones propias y de terceros, y además las instalan en la partición del sistema, de modo que no se pueden eliminar del dispositivo por completo sin antes hacer modificaciones no soportadas en su firmware, como el rooting.