Estudió piano, solfeo y teoría en su ciudad natal con la señora Sara Silva de Ashwell.
Los principios de Sofía en la música se identifican con el piano, pero intervino Fernando Centurión, un admirable maestro, violinista laureado en Lieja (Bélgica) y director del Instituto Paraguayo, fue él quien le propuso rescatar su voz.
Don Fernando motivó al padre de Sofía a que solicitara una beca para su hija.
Esta beca fue concedida y Sofía viajó a Buenos Aires para ejercitar su registro de contralto.
Luego de culminar con sus estudios, en el año 1928, la beca fue canjeada para Milán, Italia.
En aquel país se encontraba su amiga y compatriota, Rosita Aliana, que estudiaba pintura, ella la convenció para que abandonara el Conservatorio Giuseppe Verdi en Milán y se trasladara a otro en Turín.
Más tarde, empezó a actuar como solista en ciudades como Génova, Ventimiglia y San Remo.
Aunque había vuelto al Paraguay para unas visitas cortas, su radicación definitiva fue en el año 1944.
A este homenaje se sumaron prestigiosas instituciones culturales de esa capital.