Aunque nunca se ha demostrado la existencia de los sirenos, a través de la historia existen narraciones de marinos que aseguraron verlos, entre ellos marineros que viajaban con Cristóbal Colón y otros de Henry Hudson; lo cual hizo que sean creíbles estas falsas sirenas.
Estos sirenos se fabricaban antiguamente en Asia para venderlos a los marineros como souvenirs.
Normalmente se fabricaban a partir del tronco de un mono al que le cosían la parte inferior de un pez.
En 1842 el Boston Museum la vendió al promotor de espectáculos P. T. Barnum, la cual se convirtió en la mayor atracción del Gran Museo Estadounidense de Barnum en New York.
La sirena Fiyi fue muy popular y dio origen a decenas de imitaciones.