Luchó junto a su padre (1190) en la tercera cuzada, bajo el estandarte del rey Ricardo Corazón de León.
Tanto su padre, con el propio Ricardo Corazón de León fueron liberados.
Confinado entre muros, Serapio demostró una fe inquebrantable y una serenidad que cautivaron al joven Leopoldo de Austria.
Impresionado por su fortaleza espiritual, el heredero del ducado intercedió por su liberación, anhelando contar con su sabiduría en la corte.
Allí, Serapio, venerado como un guía espiritual, se convirtió en confidente del monarca, ofreciendo no solo consejo en asuntos terrenales, sino también un bálsamo para su alma.