Santuario de la Virgen del Acebo

El perfil longitudinal o altimetría muestra la dureza de esta subida.

Respecto a la posible aparición de la Virgen sobre un acebo no existe dato histórico alguno.

El cronista Carvallo no dejó ningún dato acerca de la imagen y sus características.

Viéndose a las puertas de la muerte, José gritó: «Virgen del Acebo, te ofrezco un cordero mientras viva».

Tanto José como su hijo y el ganado salieron ilesos; José cumplió su promesa mientras vivió y, después de morir, su hijo continuó con la promesa entregando anualmente al santuario, para su mantenimiento, el importe de un cordero.

Lógicamente aquella señora ponía dificultades y se resistía; mientras tanto María rezaba cada vez con mayor intensidad.

Al final la madre del niño cedió y el hijo enfermo, sin explicación médica alguna, sanó repentinamente.

Inmediatamente cayó sobre el lugar donde estaba enterrado una tan gran cantidad de tierra y piedras que le hubiera producido la muerte.

Asistió a la Santa Misa que celebró el párroco de Cangas del Narcea don Jesús Bayón Rodríguez.

[18]​ Un dato muy significativo es que el sacerdote y primer cronista e historiador del Acebo, Luis Alfonso de Carvallo, cantó su primera Misa en el año 1596 en este recién construido santuario de la Virgen del Acebo.

Posteriormente pasó a ejercer su ministerio sacerdotal en Cangas, su pueblo natal, trasladándose luego a Oviedo, donde fue Rector del Colegio San Gregorio y más tarde canónigo archivero de la Catedral.

Veinte años más tarde, en 1777 el libro menciona "Las cuatro festividades" y ya en 1896 se hace mención a la celebración tenida de «la festividad del Corpus con asistencia de 8 sacerdotes».

Se mencionan a continuación las dos joyas literarias que dicen mucho de épocas primigenias.

Por lo que respecta al Libro de Fábrica, contiene la época comprendida desde 1723 hasta 1901.

De este libro aún existían algunos documentos a principios del siglo XX, que posteriormente desaparecieron.

En este libro consta el «acta fundacional» que ocupa siete folios.

Sin embargo, y a pesar de este fervor mariano, veinticinco años más tarde la Cofradía había desaparecido.

Por último se comprometían a entregar al mayordomo del santuario las limosnas recibidas para este fin.

De esta forma, los cofrades podrían tener todas las gracias, indulgencias y privilegios de la Archicofradía, que son: indulgencia plenaria el día de la inscripción en la cofradía cumpliendo las condiciones establecidas por la Iglesia para ello que, entre otras, son comulgar ese día y confesar siete días antes o después del día citado para recibir la indulgencia, también por visitar el santuario de la Virgen del Acebo el día de la Resurrección del Señor y los dos siguientes y por ir a la «Oración de las Cuarenta Horas», en los días en que se celebrasen en el Santuario en honor a las cuarenta horas que permaneció Jesucristo en el sepulcro desde su muerte hasta su Resurrección.

[26]​ Los cofrades entendieron bien que las gracias concedidas eran muy superiores a las pocas obligaciones contraídas.

El propio obispo del Toro regaló a la cofradía una excelente custodia de plata sobredorada.

Como se pedía tan poco y se daba tanto desde el punto de vista espiritual, esto arrastró a muchísimos creyentes -y a algunos que no lo eran y empezaron por esta vía- a hacerse cofrades de tal modo que, como se ha dicho, en 1713 había más de veinte mil cofrades.

La cofradía correspondía a estos servicios haciendo celebrar ocho misas por su alma en el santuario después de su muerte.

Por lo que respecta a la costumbre secular de encargar Misas, no solo no fue decayendo, sino que ya en el año 1993 se recaudó un millón y medio de pesetas como estipendio para decir Misas.

[31]​ Antes del año 700 ya se celebraba en Roma la Natividad -nacimiento- de la Virgen María, siendo una gran solemnidad para el pueblo romano.

Volviendo al Acebo, cuando aún solo existía una modestísima y paupérrima ermita, también se celebraba la Natividad de Nuestra Señora y se ha seguido celebrando hasta hoy sin solución de continuidad.

[32]​ El cronista anónimo que se ha citado antes añade: «Existe la costumbre de hacer la novena a la Virgen, y como el santuario está solo en el monte y sin casa alguna en una gran distancia, se han construido dos grandes edificios llamados casas de las novenas con habitaciones independientes, y todas con su correspondiente cocina.

Esta novena es dirigida por el párroco del Acebo, que en esos días vive también en dicho punto en casa espaciosa e independiente».

Sin embargo, la campana grande de la torre del santuario tiene una inscripción más concreta y extensa: «JHS.

Para distinguir los diferentes servicios religiosos hay tres toques muy típicos y diferenciados: «repique mayor», donde se imita el volteo de las campanas, «llamada a Misa» y «repique sencillo» de las dos campanas.

Planta de la ruta Cangas del Narcea al Santuario de la Virgen del Acebo.
Perfil de altimetría de subida al Santuario de la Virgen del Acebo.