Santos Iñurrieta de la Fuente

En este sentido es innegable la influencia que su carisma y su obra ejercieron sobre su entorno artístico.

[14]​ Allí su pintura abandona la abstracción volumétrica que le había distinguido y se transforma en la obra argumental, irónica, referencial, simbolista, mordaz y colorista que cultivó durante el resto de su vida artística.

[19]​ Su obra se diversifica: un divertimento son las kajikas [20]​a modo de viñetas, jugando con elementos reciclados en formatos pequeños, reflexiona filosófica, irónica o esotéricamente sobre la vida en múltiples cuadernos.

Dos meses después de su fallecimiento el espacio Zas y Zuloa Irudia[27]​ [28]​hicieron un homenaje en el que participaron artistas creando obras dedicadas a Santos Iñurrieta, y por otra parte amigos aportando obra del artista.

[29]​ Encaminada en los primeros años al desarrollo espacial de volúmenes formales, compactos y rotundos, con elementos antropomórficos o imaginarios organismos pétreos encadenados en su entorno espacial, en los años 70 su pintura tenía un cierto gigantismo épico.

Sus dos vetas características eran una honda preocupación social y una evidente filiación vasca, de solidaridad con su pueblo.

Seres antropomórficos y zoomórficos con constantes referencias al esoterismo, la cábala y el tarot, a una imaginería fantástica, al erotismo… En definitiva, una crítica afilada a muchos aspectos de la sociedad contemporánea, con una profunda carga irónica subrayada por los extravagantes y descriptivos títulos que da a los cuadros, un pequeño subgénero dentro de su obra.

[34]​ Son actos de homenaje admirativo más que acciones plagiarias, Picasso, Matisse, Gris, Hockney entre muchos otros.

Iñurrieta se niega a cualquier movimiento y sólo pretende estar en el lugar que vive, producir cuadros en su espacio inmóvil, sin tensión, sin ansiedad: trabaja como quien respira.