Vitaliano

Al iniciar su pontificado, intentó un acercamiento con Oriente intercambiando cartas tanto con el emperador bizantino Constante II como con Pedro, patriarca de Constantinopla y seguidor declarado de la doctrina monotelista, que en esos momentos se encontraba en su mayor apogeo.

Estos contactos permitieron una normalización de las relaciones entre Roma y Constantinopla que culminaron con la visita que, aprovechando su campaña militar contra los lombardos, realizó el emperador a Roma en 663, donde fue recibido con honores cuasi-religiosos.

Este repentino cambio de actitud continuó con el apoyo que el emperador, buscando debilitar al papa en Italia, prestó a Mauro, obispo de Rávena, en sus pretensiones de independizarse de Roma, y que llevó al pontífice a excomulgar al obispo y a este a excomulgar al propio papa.

[3]​ Rávena se mantuvo independiente de Roma en lo eclesiástico durante los siguientes diez años.

En el aspecto litúrgico, fue el papa que autorizó el uso del órgano en las ceremonias religiosas.