Eugenio I fue el papa n.º 75 de la Iglesia católica entre 655 y 657,[1] venerado como santo.
El clero romano y el mismo Eugenio I no se opusieron a la voluntad de Constante, probablemente no por sumisión o miedo, sino por motivos de oportunidad.
Tal vez no quería indisponer al emperador quien, por ejemplo, hubiera podido hacer elegir a un papa monotelista; o quizás dando muestras de condescendencia, no se quiso comprometer aún más la ya precaria posición del papa Martín I.
Hacia el final de su vida, rechazó la epístola sinodal que le envió el patriarca Pedro, que contenía graves ambigüedades doctrinales en sentido monotelista, y se negó a suscribir una profesión de fe dictada por el mismo emperador.
[2] Habría recibido el mismo trato que su antecesor si mientras tanto no hubiese muerto.