Confiado en su especialidad, trabajó con ganaderos en las afueras de la ciudad, y allí nace su vocación a la vida religiosa.
Ya en el convento, san Juan Macías marcó su vida en la profunda oración, la penitencia y la caridad, pero, debido a ello, sufrió una grave enfermedad por la que tuvo que ser intervenido en una peligrosa operación.
Era frecuente ver a los mendigos, los enfermos y los desamparados de toda Lima que acudían buscando consuelo.
San Juan Macías no distinguía entre las personas y ayudaba a todo aquel que necesitase un pan o una palabra.
Sentía mayor propensión al retiro y la soledad que a la conversación y la comunicación con los demás, según le confesó al padre Maestro Ramírez: «Si no lo ocupase la obediencia, nadie le habría visto jamás la cara».
Mientras los fieles rezaban en el coro, san Juan Macías oraba en la capilla de Nuestra Señora del Rosario.
Los facultativos, tras examinar al paciente, diagnosticaron un fatal desenlace, por lo que le administraron los santos óleos.
El prior del convento, Nicolás Ramírez, puso en manos del enfermo un pequeño cuadro de fray Juan Macías, fallecido hacía treinta y tres años, indicándole que le rezara, para que intercediese por él.
Con 60 años de edad contaba fray Juan Macías cuando fue visitado por la enfermedad que le llevaría a la tumba.
En el corazón le llevo bien asentado, y también a la señora doña Sebastiana, su mujer dijo .
Fray Juan Macías se lo advierte a los hermanos, que lo acompañan: Ahora sí, es llegada mi hora.
Fray Juan se sienta, con la ayuda de sus hermanos y por última vez recibe con todo fervor la santa comunión.
En la actualidad se pueden apreciar los restos de fray Juan Macías disecados, más no corruptos.
Sin embargo, allá por el año 1970, se había terminado de construir la Urbanización Túpac Amaru, situada en dos distritos: La Victoria y San Luis.
Ambas hermandades se encuentran asentadas en las mismas zonas en las que San Juan Macías vivió.
Debemos tener presente a nuestro Juan y saber que siempre estará protegiéndonos".