[2] Ello motiva el que defienda las tesis clásicas de la escuela franciscana: el hilemorfismo universal, la pluralidad de formas sustanciales, las razones seminales, la materia prima como entidad positiva, la forma corporeitatis, la colligantia potentiarum, el conocimiento inmediato e indirecto de los seres singulares, la primacía de la voluntad sobre la razón, la iluminación divina, el tiempo eterno etc.[3] Tiene a san Agustín de Hipona y a san Anselmo de Canterbury como las grandes autoridades indiscutibles, y los llama auténticos doctores y santos, en oposición a los filósofos paganos.
En su tratado De anima sigue la psicología agustiniana del conocimiento.
La teoría gnoseológica de Roger Marston es bastante singular, pues comienza con Aristóteles y termina con Agustín.
Hace hincapié en la importancia de la voluntad y la libertad como fuerzas fundamentales del desarrollo sobrenatural del creyente a fin de que el amor mantenga la primacía en la existencia.
Por eso la teología entraña un aspecto afectivo, propio de la sabiduría cristiana.