El movimiento consistió en una serie de manifestaciones populares en todo el país, que se oponían a la presencia militar siria en el Líbano y su injerencia política.
Siria había intervenido en el conflicto, usando una estrategia de mediador entre los distintos grupos sectarios libaneses, cambiando la facción a la que apoyaba según convenía.
Esto permitió al país vecino intervenir en los asuntos de política interior durante la posguerra, forzando la salida del primer ministro Michel Aoun, cristiano maronita.
En 1992, Rafik Hariri (sunní) es nombrado primer ministro con el apoyo de Arabia Saudí y Estados Unidos, sucediendo al pro-sirio Omar Karami.
En este año, se debatía una propuesta de enmienda constitucional para extender el mandato de Emile Lahoud durante tres años más; lo que encontró una gran oposición entre las fuerzas políticas anti-sirias, que lo veían como una grave injerencia más del país vecino.
En la reunión con Al Assad, el presidente sirio, supuestamente, dirigió unas palabras amenazantes al primer ministro libanés, dejando claro que antes “rompería el Líbano en la cabeza de sus oponentes” que ver su voluntad de mantener a Lahoud contrariada[7].
Hay que tener en cuenta que Siria y Estados Unidos se encontraban en un proceso de rivalidad abierto, debido a la intervención en 2003 en Irak contra Saddam Hussein, líder del partido Ba’az iraquí, hermano del sirio.
La respuesta desde el Líbano y Siria fue aprobar, el 4 de septiembre, la reforma constitucional que permitía a Émile Lahoud extender su mandato por tres años más.
Esta reforma se realizó, presuntamente, bajo presiones sirias, y fue ampliamente criticada por los sectores de la oposición, exacerbando las tensiones interconfesionales.
El portavoz de la Conferencia Episcopal maronita, contraria al bloque pro-sirio, se opuso abiertamente a la reforma constitucional[6].
La versión oficial del bloque pro-sirio fue acusar a Israel de haber perpetrado el ataque para desestabilizar el país.
El vice primer ministro sirio Kaddam lo hizo abiertamente el 15 de febrero, una versión a la que se sumaron las fuerzas políticas oficialistas libanesas e Irán.
Bashar Al Assad, el presidente sirio, envió condolencias a la familia y el pueblo libanés.
La Unión Europea, la Autoridad Nacional Palestina y la Liga Árabe, entre otros muchos estados, emitieron declaraciones similares, condenando los hechos[14].
Un mes después, enviaron su informe ante la organización, en el cual se ponía la mirada en Siria y las redes de inteligencia, siendo el único actor con capacidad para llevar a cabo el ataque.
Al Assad anunció el día 25 que las tropas se retirarían “pronto”, tal y como estaba previsto, pero sin precisar fechas[18].
La oposición llamó a la desobediencia civil, y los ciudadanos se concentraron una vez más en el centro de Beirut.
Las protestas no cesaron en ningún momento, dándose episodios de violencia que dejaron alguna víctima mortal, como un fallecido en Trípoli[20].
Completamente aislado, el líder anunciaría el 2 de marzo que las tropas sirias saldrían del Líbano en los siguientes meses[21].
En el plano internacional, a la petición francesa y estadounidense de retirada se sumaron, el 3 de marzo, Alemania y Rusia; así como Arabia Saudí, país al que viajó el presidente sirio el mismo día para tratar la cuestión con ese gobierno[22].
Las negociaciones para formar gobierno fracasaron días después, debido a divergencias entre las distintas fuerzas políticas, lo que agudizó la crisis nacional.
También fueron las primeras monitorizadas por observadores internacionales, que corroboraron la libertad de la votación, pero criticaron el sistema electoral libanés.