Retrato de Sara Oquendo
El sobrio vestido blanco con negro, el cabello recogido y una pequeña flor como su decorado junto a los ojos que miran directo al espectador representaba la moda aristocrática de finales del siglo XIX.[1] En 1921 Oquendo le contó a la escritora y amiga Elvira García y García, que tenía la intención de dar en donación al Retrato de Sara Oquendo y otras obras suyas al Estado peruano para su conservación luego de su muerte.En 1928 envió una misiva a Emilio Gutiérrez de Quintanilla, que era el director del Museo de Historia Nacional, para hacerle entrega de sus obras y estén a disposición del público.[1] La obra llegó a exponerse en el Salón de París en 1870, en representación del arte peruano.[1] Emilio Gutiérrez de Quintanilla, el director museístico, quedó impactado por la obra y la misiva de Oquendo que decidió publicarla con el título de la línea y el color el mismo año que le llegó la carta.