Cuando Julio César escribía la Guerra de las Galias la hacía llegar por entregas a Roma para que sus agentes multiplicasen las copias y así se acrecentase su prestigio en la Urbe.
Estos no son solo instrumentos de propaganda en el más amplio sentido del término, sino que también se ven beneficiados por ello.
Por ejemplo, los periódicos neoyorquinos multiplicaron sus tiradas y se consolidaron durante la guerra de Secesión estadounidense.
Por otro lado, algunos periodistas mostraron también el abandono de algunos militares a la droga y la corrupción, así como los crímenes contra la humanidad del propio ejército estadounidense (que se suponía que lideraba al mundo libre en la lucha contra el comunismo).
Esto hizo reflexionar al país y a sus líderes de pensamiento (think - tanks).
Se elaboraron los primeros estudios sobre cuál era el número de muertos que podía soportar la opinión pública.
El Ministerio de Defensa del Reino Unido escogió a diecisiete periodistas, que serían transportados, alojados y atendidos en barcos militares.
Los periodistas aceptaron someter todas sus informaciones (que además eran escasas al estar enclavados lejos del frente y sus únicas fuentes eran los soldados) a la censura militar.
Se ocultaron grandes derrotas y errores del almirantazgo británico, que, con el tiempo salieron a la luz tras la caída de la dictadura argentina.
Este mecanismo recibiría posteriormente el nombre del «modelo Malvinas» o se conocería, simplemente, como pool.
[2] La creciente proliferación de imágenes violentas en los medios parece responder a que la violencia vende.