Casi veinte años más tarde, en 1997, otro referéndum enmendó este, recuperando el Parlamento escocés.
A los escoceses se les planteó una única pregunta:
Entre los laboristas, porque no todos creían en la "descentralización" y muchos preferían que la capacidad legislativa estuviera concentrada en su totalidad en Westminster.
Los resultados fueron los siguientes: Aunque el «Sí» obtuvo la mayoría de los votos, no se cumplió la cláusula sobre la participación: los votos afirmativos debían superar los negativos, y además debían ser más del 40% del electorado, por lo que el gobierno británico rechazó el resultado del referéndum.
A continuación, el Parlamento británico rechazó la Ley de Escocia por 301 votos contra 206.