En otras ocasiones, las reconstrucciones se llevan a cabo en edificios en los que la importancia histórica y cultural no fue reconocida hasta tiempo después de su destrucción.
Esto es común en América del Norte, especialmente con aquellos lugares de su historia nacional más temprana.
En arquitectura, Georg Mörsch describe la reconstrucción como un “método científico de extraer fuentes para reconstruir cosas que han quedado enterradas bajo el paso del tiempo”.
[3] Independientemente del tipo de reconstrucción que se realice, existen algunos desafíos y preguntas recurrentes.
La pérdida de la esencia histórica se ve como una devaluación estética, los vacíos de construcción histórica creados y mal cerrados se perciben como un defecto permanente en el paisaje urbano.
La estructura del edificio original a menudo apenas se conserva y los arquitectos en particular argumentan en contra de este enfoque, argumentando que simplemente se crea una impresión histórica para atraer a ciertos grupos de consumidores.
Los restos arquitectónicos recuperados tras el derribo o tras la destrucción de un edificio, también pueden servir como material para su reconstrucción.
Si se tuviera que restablecer un edificio a su estado original no habría justificación para decidir cuál es este.
Desde la crítica cultural e histórica se ve la reconstrucción como un fenómeno de los siglos XIX y XX que apenas tuvo modelos a seguir en la historia y que ahora está desfasado.
Por otro lado, el término paisaje urbano, como unidad arquitectónica que se extiende más allá del edificio individual, solo entró en el campo de la arquitectura en la modernidad.
No se puede saber cómo las épocas históricas posteriores juzgarán la fase contemporánea de la arquitectura y sus peculiaridades.
Para los arquitectos, a veces es preferible crear algo nuevo en vez de construir réplicas.
Desde una perspectiva global, la discusión sobre los pros y los contras de la reconstrucción es un problema arraigado en las sensibilidades eurocéntricas.