Rafael Sánchez Ferlosio

Tuvieron un hijo, Miguel, nacido en 1954, que moriría de meningitis poco antes de cumplir los ocho meses; y dos años después una hija, Marta Sánchez Martín, que falleció en 1985 con veintinueve años.

Todos ellos compartieron una poética realista que presentaba notables influencias del neorrealismo italiano.

[4]​ Alfanhuí sorprendió por la pulcritud de su estilo y por el interés del argumento, pero también porque no parecía fácil decidir si era un último ejemplo sublimado de la novela picaresca española, o el primer relato español dentro del realismo mágico.

Esto da a la novela un giro imprevisto por el tono de una narración trivial, donde nada importante parece suceder ni parece probable que suceda, y no es inverosímil que una joven se ahogue en un río, ni tiene nada de extraordinario.

El lenguaje coloquial de los diálogos está presidido por el máximo rigor; sin embargo, se ha llegado a interpretar El Jarama como un relato simbólico o simbolista, pero, en cualquier caso, su estilo es notoriamente diferente al de Alfanhuí, su obra precedente.

Adscrito a la corriente del realismo social de la posguerra española, su obra se caracteriza por constituir una implacable crítica al poder.

El niño, para Ferlosio, no es una tabula rasa, sino que adquiere la educación de forma activa.

Ferlosio refleja la preocupación de la invasión de un ámbito por el otro; así, en su artículo Amor y pedagogía, muestra cómo el colegio, al exigir recibo firmado por los padres de las ausencias u otras faltas, impide la educación familiar, puesto que al padre se le impide enseñar a ser veraz a su hijo.

En su artículo Borriquitos con chándal abomina del exceso de participación de las familias en las escuelas, puesto que impide la madurez del infante, al no permitirse que se desenvuelva por sí mismo en el ámbito público.

El aprendizaje, para Ferlosio, se caracteriza por ser un movimiento de amor del sujeto hacia el objeto.

De la misma forma actúa la sociedad en conjunto: así, por ejemplo, en Mientras no cambien los dioses, nada ha cambiado, Ferlosio señala al héroe que tiene que superar innumerables obstáculos para conseguir a su amada y donde lo que menos importa es la relación con la amada y la propia amada, no importa cuál esta sea.

La actitud deportiva y competitiva la denomina Ferlosio onfaloscopia, o el arte de mirarse el ombligo.

En su opinión, se promueve un afán de reto y protagonismo que en definitiva es una inflamación del ego.

Así, por ejemplo cita la influencia que ha tenido en el aprendizaje considerar la Arquitectura como parte de las Bellas Artes.

Los alumnos se han entrenado a identificar los rasgos comunes que identifican a los distintos estilos artísticos y su ojo es incapaz de apreciar las particularidades que pueda tener un edificio en concreto.