Usó inicialmente una técnica escultopictórica: con sus manos arañaba o exprimía la pasta que hacía vibrar sobre fondos de colores planos.
En 1957 fundó con otros artistas (A. Saura, M. Millares, Luis Feito y Pablo Serrano), así como el crítico José Ayllón el madrileño grupo El Paso.
Pero ese posicionamiento radical no podía, según Canogar, mantenerse indefinidamente sin «academizarse» e insuficiente para comunicar y expresar la tensión de la realidad, de la nueva conciencia social y política que despertaba en el mundo.
El crítico Vicente Aguilera Cerní escribió a propósito de estas obras de Canogar «Los temas no expresan opiniones, reflejan hechos, pero los hechos son dramas humanos, son imágenes cosificados donde lo humano, objeto y cantidad, adquieren jerarquía simbólica….» En 1974 participó junto con Wolf Vostell, Edward Kienholz y otros artistas en Berlín en las actividades de ADA - Aktionen der Avantgarde.
Pero Canogar necesitaba inventarse una nueva iconografía, recuperar la memoria y - en un homenaje a las vanguardias históricas-, lo que realizó a través de la máscara, de la cabeza, del rostro, como representación del hombre que pierde su individualidad y se convierte en signo plástico, al mismo tiempo que en percha donde colgar la pintura.