Clotario I se hizo cargo de Radegunda, la llevó a tierras merovingias.
La boda se llevó a cabo en presencia del obispo Medardo en Soissons hacia el 539.
Durante el banquete, la discusión entre los esposos fue muy violenta, ya que Clotario pretendía imponer su voluntad.
Radegunda, sin embargo, decidió no comer y dar el pan a los pobres.
En este lugar mandó construir un importante hospital, donde cuidaba a los enfermos e impartía enseñanza en las artes de la sanación, curando heridas y fracturas, preparando remedios y copiando manuscritos con más de doscientas mujeres.
Inés llegó a ser abadesa del monasterio; Venancio Fortunato fue obispo de Poitiers en 599.
A la muerte de Clotario, Radegunda aprovechó su reputación y autoridad para establecer la paz entre sus hijos.
Cuando los soldados preguntaron a los agricultores, nadie pudo decir dónde se encontraba la reina.
Fue en este momento cuando Clotario permitió que Radegunda siguiese su camino hacia una vida consagrada a la religión.
Ambos mensajeros se encontraron a medio camino en un lugar llamado Troussais, parroquia de Ceaux En Couhé.
En la Edad Media, el culto a Santa Radegunda estuvo en vigor en la corte de Francia.