Forjado en ese clima de compromiso, Quintín empezó a componer sus primeras canciones ya a los dieciséis años, cuando, tras la muerte de su padre, los compañeros del Liceo Nocturno le regalaron su primera guitarra.
“Fue entonces cuando empecé a hacer canciones para mí y para mis amigos, comentaba en una entrevista, y, sin darme cuenta, advertí que lo que hacía emocionaba a un cierto número de gente.
En 1967 viajó a Cuba, junto con otros creadores, entre los que estaban Daniel Viglietti y Aníbal Sampayo, como integrantes de la delegación uruguaya, para participar en la celebración del Primer Encuentro Internacional de la Canción Protesta celebrado en Varadero.
El encuentro concluyó con una Resolución final en la que, entre otras cosas, se afirmaba: “La canción es un arma al servicio de los pueblos, no un producto de consumo utilizado por el capitalismo para enajenarlos [...].
Grabó varios discos, muy populares en la época, como Yo nací en Montevideo y Largo abrazo de agua.
En los años que siguieron a la transición, los medios dejaron de prestarle atención, lo que le llevó a constatar con sorna que: No obstante, siguió actuando en directo y grabando discos y en los años 90 fundó el colectivo Centro de Canción para promover a los nuevos cantautores, como Javier Álvarez y Pedro Guerra.
Un comunista no vive igual el amor que un señor de derechas.