Pulp fiction lésbica

Debido a que prácticamente ninguna otra literatura para y sobre lesbianas estaba disponible en la época, estos libros eran a menudo la única referencia que se tenía (tanto el público en general como las propias lesbianas) para poder imaginar la realidad lésbica.

Stephanie Foote de la Universidad de Illinois ha comentado la importancia las novelas pulp lésbicas para la identidad lésbica anterior al feminismo: La escritora Donna Allegra explica la razón por la que ella compraba las novelas: «Sin importar qué tan avergonzada y ruborizada me sentía cuando iba a la caja registradora a comprar esos libros, me era absolutamente necesario tenerlos.

Los libros eran suficientemente pequeños para caber en un bolso o en el bolsillo trasero del pantalón y tan baratos como para tirarlos una vez leídos.

Desde principios hasta mediados del siglo XX, sólo había sido publicado un puñado de libros con personajes lésbicos que tuviesen relaciones con mujeres.

[7]​ Así pues, ningún personaje podía ser homosexual y continuar siendo feliz hacia el final del libro.

Una retrospectiva resumía el género como «la vasta mayoría de estas novelas lésbicas fueron escritas por hombres para satisfacer las fantasías de hombres heterosexuales [...] Pero quizás 40 o 50 novelas (pulp) fueron escritas por mujeres y también fueron lo bastante buenas como para convertirse en clásicos clandestinos [...] Los pulp alcanzaron asimismo a lesbianas aisladas de pueblos pequeños que podían leerlos y darse cuenta de que no eran las únicas lesbianas del mundo.»[8]​ La escritora Yvonne Keller divide los libros pertenecientes al pulp lésbico en subclases que denomina pro-lesbian («pro lésbico») y virile adventures («aventuras viriles»).

Las aventuras viriles estaban más centradas en los hombres, por lo menos con un personaje principal masculino e incluían descripciones explícitas de sexo.

La autora Paula Christian describió su inspiración para escribir durante este periodo: «la ficción contemporánea mostraba tal inestabilidad, violencia y sensacionalismo [...] simplemente quería mostrar el otro lado.»[2]​ Sin embargo, la mayoría de los libros del género extendían los mitos sobre las lesbianas y el lesbianismo.

El lesbianismo estaba relacionado a menudo con otros temas que se consideraban salaces o escandalosos en la época: brujería, satanismo, BDSM, orgías y voyeurismo.

Aunque muchas mujeres (lesbianas o no) compraban y leían estas novelas, los editores las comercializaban pensando en el público masculino, como fantasías eróticas.

Los editores incluían palabras como twilight («crepúsculo»), odd («raro»), strange («extraño»), shadows («sombras») y queer, en los títulos.

Stevens oye cantar a las sirenas) (1965), de May Sarton, fueron publicadas por grandes editoriales en tapa dura, y tuvieron éxito.

Con el ascenso del feminismo y el movimiento LGBT en 1969, estos puntos argumentales se volvieron cada vez menos relevantes.

Portada de The Third Sex [El tercer sexo] (1959), de Artemis Smith , seudónimo de Annselm Morpurgo .