Lo singular de este arco es que se sostiene a sí mismo: La tensión que se produce en cada punto del arco se reparte entre una componente vertical y un componente de presión que se transmite del arco a los cimientos sin necesidad de esfuerzos verticales, salvo en la parte inferior llegando ya a los cimientos, por ello no necesita la adición de apoyos laterales.
Puede verse nuevamente un ejemplo de esta estructura en el año 600 d. C. con la Iglesia Ctesifonte.
Dirigiéndonos hacia adelante en el tiempo, Gaudí se interesará por la catenaria y la utilizaría en algunas de sus obras, pero no fue el único que investigó con las posibilidades arquitectónicas de esta forma; durante el siglo XIX ya muchos otros arquitectos abrieron camino en su empleo.
Si esta ondulación va decreciendo hacia los extremos, se consigue mayor estabilidad ante la fuerza del viento transversal gracias a la distribución del peso y, según sus cálculos, aunque llegase a su mayor curvatura posible, la fuerza de la estructura seguiría siendo superior a la que pueda ejercer el viento.
Todo el exterior está encalado (bóveda, chimenea, tímpano y entrada) ayudando a aislar las altas temperaturas alcanzadas en Córdoba durante el verano, a esto contribuye también la alta conductividad térmica del hormigón, que guarda la temperatura de la noche y que la superficie expuesta al sol resulta mínima.