Son cruciales para las respuestas inmunitarias frente a la infección y la inflamación.
CCL3 y CCL4 pueden unirse a proteoglicanos extracelulares, lo que no es necesario para su función, pero puede mejorar su bioactividad.
El efecto biológico se lleva a cabo mediante la unión de los receptores de quimiocinas CCR1 (ligando CCL3) y CCR5 (ligandos CCL3 y CCL4) y la señal se transfiere luego a la célula, por lo que estas citocinas afectan a cualquier célula que tenga estos receptores.
Los MIP-1 son más conocidos por sus efectos quimiotácticos y proinflamatorios, pero también pueden promover la homeostasis.
Los análisis biofísicos y el modelado matemático han demostrado que MIP-1 forma reversiblemente una distribución polidispersa de polímeros en forma de varilla en solución.
MIP-1γ es otra proteína inflamatoria de macrófagos y, según la nueva nomenclatura, se denomina CCL9.
También es producido por células dendríticas y atrae también a linfocitos T y linfocitos B vírgenes para que se dirijan al ganglio linfático, donde las células dendríticas les pueden presentar antígenos.