Cuando Holger se acerca, el ser brumoso que hay tendido parece levantarse e intentar agarrarlo, aunque el pintor no puede verlo desde donde está.
Cuando Alario muere, el robo es descubierto y los dos albañiles son acusados como principales sospechosos, sin embargo, éstos consiguen escapar.
Sin embargo, durante las noches, cuando regresa del trabajo diario comienza a ser acosado en sueños por una extraña mujer de labios muy rojos.
Sin embargo, Antonio, el guarda del torreón cercano, presencia lo que ocurre y acude al sacerdote local, a quien decide pedir ayuda.
A pesar de las precauciones tomadas por Antonio y el sacerdote, según cuenta el narrador, algo sigue todavía merodeando en torno al montículo.