De propiedad municipal, y a pesar de su carácter centenario, el inmueble no cuenta con ninguna protección de tipo patrimonial.
Durante la Edad Moderna en la localidad se celebraban las corridas y novilladas en una plaza que se realizaba con maderos formando andamos con tablas, situada en un lateral de la Plaza Alta, entre el ayuntamiento y la iglesia mayor.
[3] Durante la primera mitad del siglo XIX se inician los trabajos para realizar una nueva plaza de toros, estable y a las afueras del pueblo, tal y como se deja constancia en la Gaceta de Madrid de 1827.
[4] Esta plaza, que se terminó en 1828, estaba realizada en piedra y mampostería, aforando una capacidad de mil doscientos espectadores; autorizándose su uso, por parte del ayuntamiento en enero de 1829.
En el segundo tercio del siglo XIX, la plaza de toros tiene una inyección económica por parte de los potentados de Aracena quienes deciden, a imitación de la Plaza de toros de Sevilla, reformar el inmueble y adoptar la misma estética que el coso hispalense, aportando mampostería con mortero de cal, piedras y ladrillos, estructurando el tendido en dos pisos, con palcos cubiertos, y las gradas cubiertas con losas, y arrojando una superficie capaz de albergar hasta tres mil personas.