Los artífices del plan argumentan que el cauce seco del río supone una cicatriz y frontera histórica que separa y divide la ciudad en dos zonas, Oeste y Este, que el embovedamiento permitiría unir, ganando espacios vitales para equipamientos y zonas verdes, al mismo tiempo que favorecería la movilidad interurbana conformando una gran rambla o bulevar norte-sur, vía de comunicación básica para el Puerto de la ciudad.
Además, el proyecto disminuiría considerablemente la probabilidad de inundaciones y eliminaría el riesgo permanente que supone el Embalse de El Limonero cuya rotura podría causar una catástrofe medioambiental.
[4][5] En 2011, cuatro años más tarde, el Cedex dictaminó que era factible el embovedamiento del tramo final del río Guadalmedina,[6] siempre y cuando se mantenga el caudal máximo de 600 metros cúbicos por segundo para el que fue diseñado el actual encauzamiento.
No obstante, advirtió que si el caudal fuese superior a esos 600 metros cúbicos por segundo, se producirían desbordamientos o daños materiales sobre las infraestructuras existentes.
Por ello, para evitar cualquier mínimo riesgo, planteó tres alternativas: