El movimiento metafísico proveyó de significante ímpetu para el desarrollo del Dadaísmo y el Surrealismo.
Esta atención a la simplicidad de las cosas ordinarias «que apunta a un estado del ser más alto, más oculto» se unía a la consciencia de tales valores en las grandes figuras de la primera pintura italiana, en particular, Giotto y Paolo Uccello, sobre quienes Carrà había escrito en 1915.
Escribió: «Hay más misterio en la sombra de un hombre caminando en un día soleado, que en todas las religiones del mundo».
Otros pintores resultaron afectados por su ejemplo e ideas, entre ellos destacadamente Giorgio Morandi.
el movimiento, como tal, puede considerarse disuelto hacia 1920 pero sus reverberaciones se sintieron durante largo tiempo, contribuyendo tanto a los aspectos más poéticos del surrealismo, considerando los surrealistas a De Chirico como su gran modelo, como al renacer del clasicismo en la pintura de Mario Sironi y otros durante los años 1920.