Con 25 párrafos numerados, el Decreto establecía cinco principios generales para guiar la renovación de estos institutos.
Debido a la gran variedad de comunidades religiosas, con sus diferentes historias, características, costumbres y misiones, el Concilio Vaticano no dio indicaciones específicas, y dejó a cada comunidad individual la autoridad para determinar lo que debía cambiarse de acuerdo con el espíritu de sus fundadores, las necesidades de la vida moderna y las situaciones en las que vivían y trabajaban.
El período que siguió a la promulgación de Perfectae Caritatis estuvo marcado por una enorme experimentación en la vida religiosa.
No está claro en qué medida este cambio se debió a los documentos del Concilio Vaticano II.
Los historiadores señalan que la sociedad occidental en su conjunto atravesaba una agitación social causada por la revolución sexual.