En los años sesenta continuó sus actuaciones en papeles de joven.
En 1975, rodó Hay que matar a B. de José Luis Borau, que supuso un cambio en su carrera y la entrada a un nuevo tipo de cine.
En esos años rodó con muchos de los mejores directores españoles.
Durante los noventa destacó en varias series de televisión como Celia y Los jinetes del alba.
Ese mismo año abandonó la interpretación por motivos de salud.