Pedro Alfonso de Portugal, conde de Barcelos

[1]​[2]​ Gracias a la protección que recibió de su padre se convirtió en un terrateniente con un patrimonio considerable tras las donaciones que le fue realizando su padre a lo largo de su vida, con terrenos en Lisboa, Estremoz, Evoramonte, Sintra y Tavira.

Exiliado en Castilla, por motivos relacionados con el conflicto entre Dionisio I y el príncipe heredero Alfonso, tomó contacto con las actividades culturales de la corte castellana, que prolongaba la intensa labor de su bisabuelo Alfonso X el Sabio.

Refugiado en sus tierras de Lalim, la transformó en un importante centro cultural.

En su testamento deja un Libro de Cantigas a su sobrino, Alfonso XI, que se considera el arquetipo de los cancioneros manuscritos que llegaron hasta nosotros; ese cancionero nunca llegó a las manos de Alfonso XI y se ignora su paradero.

Esta última habría sido originalmente escrita en 1344, pero el texto fue modificado durante la segunda mitad del siglo XIV para conciliarlo con la Estoria de Espanna del rey Alfonso X el sabio.